¡Muy feliz domingo!
Faltan solo 4 días para El Gran Día y una servidora está feliz, nerviosa y al borde de un ataque de nervios xD. Por eso hoy, para relajar un poco, les traigo más de nuestro buen amigo Él. Queda menos para el desenlace. ¡No se lo pierdan!
Previously:
- El Parásito - Presentación
- El Parásito II - Paranoia / Parte 1
- El Parásito III - Aparición
- El Parásito IV - Consecuencias (D.A.)
- El Parásito V - Paranoia / Parte 2 (D.A.)
- El Parásito VI - La Tormenta (D.A.)
El Parásito
La Tormenta / Parte 2
«Bajé la mirada y vi mis manos cubiertas de rojo por los faros traseros, empapadas por la lluvia y el barro. El hormigueo se volvía persistente, intenso, casi doloroso. Como astillas que solo se calmaban cuando presionaba con fuerza el cuchillo contra la palma.
"Te mueres por hacerlo."
No.
"Sentir una nueva experiencia..."
Los latidos se
aceleraban más en mi pecho, en mi garganta, en mi mano, en mi intimidad. Todo mi
cuerpo latía desbocado, desenfrenado en una mezcla de terror e impío deseo. No
era lo que quería pero sus palabras eran como Él. Una semilla que germinaba y
crecía; cuanto más susurraba, más se asentaba en mi interior.
"Ninguno te presta atención. Es un único
movimiento..."
Mi brazo se movió
solo.
Rápido, fuerte y
corto. El cuchillo se clavó en el aire y todo mi cuerpo tembló en un entusiasmo
desproporcionado. ¡Perdía el dominio de mi misma! Era como ser expulsada de mi
ser. Intentaba mantenerme quieta, era lo único que garantizaba la seguridad de
mis amigos pero Él buscaba moverse.
Peor. Moverme.
"Tú quieres moverte también. Quieres
cortarlos..."
— Das miedo — mi amiga
se acercó con una sonrisa, empapada de pies a cabeza.
"...rasgarlos..."
— Entre la capucha, el
cuchillo y el coche parece que nos vas a matar a todos — rió y yo intenté
sonreir.
"...clavar el filo del metal en sus pieles..."
— Ey,... ¿Estás bien?
Te veo seria.
"...sentir el calor de su sangre..."
Asentí y sonreí más.
"...saborearla..."
Me pasé la lengua por
los labios.
— Es el frío. ¿Y tú
qué?
"...debe ser excitante... Cuerpos calientes,
temblando y gritando, como un orgasmo pero de dolor y sangre..."
— No siento los dedos,
tía. Debo tener las uñas azules.
Me costaba respirar.
— ¿No es mejor volver
a la casa? Podemos quitarlo mañana. Nadie nos lo va a robar.
"Es hermosa. Perfecta para cortar. Destrozarla una y otra vez con el metal, besar cada rincón de su desgarrada carne, hundirse
y beber su sangre en un clímax..."
Aparté la mirada,
avergonzada de las palabras de Él.
" ¡BASTA!", le grité y
rió como toda respuesta.
"Cuidado, vas a hacerte daño."
No era consciente de
que me estaba clavando las uñas hasta casi hacerme sangre. Por suerte mi amiga
no se dio cuenta de nada. Le dediqué una sonrisa.
— Un estornudo
fallido. Vamos a convencerlos para volver.
Fue un respiro volver
a la casa. Dejar a un lado la ropa empapada, el barro, la lluvia y sobretodo el
cuchillo. Con la luz, el calor y las risas que poco a poco se colaron en el
ambiente a pesar del coche embarrado, creí que podría descansar, que alejaría
los pensamientos y los sonidos. Fui una ilusa. Él tenía razón. Me conoce mejor
de lo que yo lo hago y he mentido a todos, incluso a mí misma.
Tras una ducha
caliente, una buena cena y algo de alcohol, el reloj se movió deprisa para
decirnos ya entrada la noche que era momento de dormir. La lluvia no daba
tregua y el viento tampoco, todo era oscuridad. Envuelta en mi bata dejé que
los vientos me golpeasen y por un instante me sentí liberada como si fuera a
volar lejos de allí.
Volví a la tierra, a
la realidad y a la habitación. Allí me metí en la cama y... dejé de ser yo.
Entré en sus dominios como quien cuelga las llaves de su casa con un moño de
regalo y una nota que pone: "Al ladrón que quiera pasar, no estaré en tres
días".
"No les mientas."
No lo hago.
Caí en el más profundo
de los sueños aunque me costó identificarlo como tal. Sentía que miles de
arañas correteaban por mi cuerpo, se enredaban por mis cabellos y mi piel,
entrando bajo mis sábanas, por mi ropa con sus pequeñas patitas. Al despertar
creía que continuaba en la pesadilla. La realidad y la ilusión habían borrado sus
barreras y el tiempo ya no existía, se convirtió en algo sin importancia. Con sigilo
volví a la cocina y cogí el cuchillo. Él me hizo matarlos.
"Que insulto a tu sinceridad resumirlo así.
Narra lo que veías. Diles cómo te moviste. Cuéntales los detalles más
escabrosos."
Ya os he narrado lo
importante. ¡Los maté! Lo hice. Soy... soy un maldito monstruo y es todo por su
culpa.
"Hazlo. O lo haré yo."»
Los dejo por hoy con esta nueva parte del relato. Nos vemos pronto con más y mejor. Un beso, ¡saludos!
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